La caja era un desastre, los muñecos no dejaban de pelearse porque todos querían ser los protagonistas del cuento.
Un zapato por aquí, el sombrero por allá, algún pie roto…; pero el día fatídico llegó cuando la bailarina perdió su cabeza en una pelea con el dragón Komato. Los muñecos se paralizaron un instante y luego empezaron a gritar: ¡Elena, ven, corre!. La niña llegó deprisa y vio el desaguisado, pero no hizo mucho caso. Los muñecos le decían, ¡arréglala, por favor, por favor!, y ella les contestó: para qué, si me puedo comprar otra…
Silencio, quietud.
Desde ese día, la bailarina, inexpresiva, lo ve todo desde el fondo del cajón
Han aprendido la lección, pero demasiado tarde.
ResponderEliminarUn beso, Mariajosé.
Es muy bonito el cuento. Real como la vida misma.
ResponderEliminarLa violencia a veces no tiene arreglo y la falta de cariñó es causa de que el dolor no tenga reparación. ¡Enhorabuena por el micro! Lo difundo en mi blog.
ResponderEliminarExcelente mini cuento. Cuántos objetos nos observan desde algún rinconcito de nuestras moradas.
ResponderEliminarSaludos
Qué pena! en Madrid cerca de Sol había un hospital de muñecos ¿seguirá existiendo? es demasiado duro que nuestros niños y niñas se olviden de dar amor a sus juguetes porque siempre tendrán nuevos.
ResponderEliminarSe lo voy a leer a mis hijos!
Abrazos
A mis niños les ha encantado, y se han dado cuenta de lo triste que sería estar siempre viendo la televisión en vez de jugar con sus juguetes..
ResponderEliminar(he hecho una pequeña adaptación para ellos :))
Gracias! Vendré a por más...