La caja era un desastre, los muñecos no dejaban de pelearse porque todos querían ser los protagonistas del cuento.
Un zapato por aquí, el sombrero por allá, algún pie roto…; pero el día fatídico llegó cuando la bailarina perdió su cabeza en una pelea con el dragón Komato. Los muñecos se paralizaron un instante y luego empezaron a gritar: ¡Elena, ven, corre!. La niña llegó deprisa y vio el desaguisado, pero no hizo mucho caso. Los muñecos le decían, ¡arréglala, por favor, por favor!, y ella les contestó: para qué, si me puedo comprar otra…
Silencio, quietud.
Desde ese día, la bailarina, inexpresiva, lo ve todo desde el fondo del cajón